"Tu inteligencia puede ser confusa, pero tus sentimientos nunca te van a mentir.
Roger Ebert
Desde ya hace varias generaciones, me atrevo a decir, hemos adquirido el hábito de vivir tirando, firmemente de las riendas de nuestras emociones, hasta el punto que, si vemos a alguien estallar en llanto, con frecuencia nos sentimos implicados y tocados sin importar la situación por la que el otro esté pasando. En vez de decirle "Dejate llevar y llora, porque las lágrimas deben salir si así lo quieres". Por el contrario corremos a pasarle un pañuelo y con frecuencia decimos: "No llores de esa manera, no te pongas en semejante estado... seca tus lágrimas" e incluso llegamos a decir: "Esta situación no merece tus lágrimas....que nadie note tus lágrimas".
Cualquiera diría que nuestro objetivo como sociedad es convertirnos en "animales de sangre fría" rechazando o negando lo que constituye nuestra riqueza como seres humanos.
Vivimos en una sociedad en donde las buenas calificaciones de un niño despiertan el orgullo de su familia, que se alegran de tener un hijo "estudioso", pero si ese niño manifiesta en exceso su alegría o su rebeldía, se dice que es un niño difícil, insoportable e incluso mal educado.
En este orden de ideas por qué nos extrañamos que cuando llegamos a adultos mantengamos las emociones nuestras emociones en silencio, ocultas y calladas? Y a riesgo de vernos en la necesidad de tomar tranquilizantes, alcohol o sustancias más fuertes para acallar el tumulto de emociones que se van acumulando con esta forma de proceder, aumentando nuestro desasosiego y por ende nuestro nivel de estrés.
Más vale renunciar a la vergüenza que nos da manifestar nuestras emociones antes de elevar en nuestras arterias las llamadas hormonas del estrés por culpa de nuestras emociones no expresadas.